Aquellos viejos tiempos del fútbol en España,
cuando un pase genial de Di Stéfano a Puskas
borraba de un plumazo todos tus sinsabores
de niño solitario, bulímico y neurótico.
Tiempos en los que hubieses dado tu alma a cambio
de un balón. Horas muertas corriendo por el césped
imitando a tus ídolos, soñando con jugadas
imposibles que siempre terminaban en gol.
Tardes de los domingos marcadas por el fútbol
que sonaba en la radio. Tardes en que las cosas
eran mucho más dulces si tu equipo ganaba
y mucho más amargas si tu equipo perdía.
Qué te queda de aquello. Viejas alineaciones
que repetir delante de los viejos amigos,
y un nudo en la garganta cuando alguien te recuerda
los años que han pasado.
Luis Alberto de Cuenca